Según Weber, la ética protestante, en particular la ética calvinista, jugó un papel importante en el desarrollo del capitalismo moderno. En la ética calvinista, la idea de la predestinación es central. La predestinación se refiere a la creencia de que Dios ha predestinado a ciertas personas a ser salvadas y a otras a ser condenadas, independientemente de sus acciones. Los calvinistas creían que la salvación solo podía ser alcanzada a través de la fe y la devoción religiosa, y que la riqueza y el éxito mundano eran signos de la gracia divina.

Weber argumenta que esta ética religiosa llevó a un fuerte sentido de la disciplina y la responsabilidad individual, así como a un énfasis en el trabajo duro y la frugalidad. Los calvinistas se esforzaban por trabajar duro y acumular riqueza como una forma de demostrar su devoción y su fe en Dios. Esta ética del trabajo y la frugalidad se convirtió en una forma de vida, y eventualmente se transformó en la ética del capitalismo.


Weber sostiene que esta ética del capitalismo, que valora el trabajo duro, la frugalidad y la acumulación de riqueza, se convirtió en la fuerza impulsora detrás del desarrollo del capitalismo moderno. El capitalismo se basa en la inversión de capital en la producción de bienes y servicios con el fin de obtener ganancias. La ética del capitalismo proporciona un incentivo para la inversión, ya que la acumulación de riqueza es vista como una señal de éxito y de gracia divina.

En resumen, la teoría de la ética protestante y la ética del capitalismo de Weber argumenta que la ética religiosa calvinista fue un factor importante en el desarrollo del capitalismo moderno en Europa. La ética del trabajo, la frugalidad y la acumulación de riqueza, que se originaron en la ética religiosa, se convirtieron en los valores fundamentales del capitalismo moderno, proporcionando un incentivo para la inversión y el desarrollo económico.