Javier Gerardo Milei, el Presidente Electo de la Republica Argentina , ha delineado una perspectiva que sitúa al mercado como el eje central del orden social. Esta ideología, que abraza la primacía del libre mercado como organizador fundamental de la sociedad, puede ser analizada y cuestionada desde una perspectiva sociológica, particularmente a través del prisma de las teorías de Émile Durkheim.

Durkheim, uno de los padres fundadores de la sociología, postulaba que la sociedad es un ente orgánico, con sus partes interconectadas y funcionando de manera cooperativa para mantener el equilibrio y la cohesión social. En contraste con esta visión, Milei propone que el mercado, un sistema económico, sea el principal motor de la cohesión y el orden social.

Desde la óptica durkheimiana, la sociedad no puede ser reducida a un mero conjunto de transacciones comerciales. Durkheim sostiene que existen fuerzas sociales y culturales que van más allá del ámbito económico y que son esenciales para mantener la estabilidad social. La solidaridad social, según Durkheim, se construye no solo en el mercado, sino también a través de la interacción social, la educación y la cohesión moral.

Milei, al centrar su visión en el mercado como el ordenador supremo, omite la complejidad de las relaciones humanas que van más allá de la esfera económica. La teoría durkheimiana argumenta que la solidaridad orgánica, basada en la interdependencia y la diversidad de funciones sociales, es crucial para el bienestar general de la sociedad. Este enfoque contrasta con la idea de Milei de que el mercado puede ser la panacea para todos los males sociales.

Además, Durkheim destacaba la importancia de las instituciones sociales, como la familia, la educación y la religión, en la construcción de la cohesión social. Milei, al dar primacía al mercado, corre el riesgo de descuidar estas instituciones y su papel vital en la conformación de la identidad y la estabilidad social.

En última instancia, la perspectiva de Milei, que coloca al mercado como el epicentro de la sociedad, parece simplificar en exceso la complejidad de las interacciones humanas y la construcción de la solidaridad social. Desde una mirada durkheimiana, la exclusión de factores socioculturales y la dependencia exclusiva del mercado pueden ser vistas como un enfoque limitado y potencialmente desequilibrado para comprender y organizar una sociedad sana y funcional. La riqueza de la vida social, según Durkheim, va más allá de las leyes del mercado y requiere una consideración más holística para lograr una cohesión social duradera.

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