El 9 de agosto de 1947 marcó un hito en la historia de la aviación argentina con el exitoso vuelo de prueba del avión Pulqui, diseñado y fabricado en el país. Este logro se transformó en un símbolo de la capacidad tecnológica nacional, desafiando las percepciones arraigadas sobre la dependencia extranjera. En un contexto de Guerra Fría, la Argentina ingresaba a un selecto grupo de naciones capaces de producir aviones con características avanzadas.

Según Javier Fernández, la fabricación del Pulqui no fue solo un logro técnico, sino también un paso hacia la "insubordinación fundante", un concepto propuesto por el politólogo Marcelo Gullo. Este término se refiere a movimientos políticos que desafían las estructuras de poder, buscando la autonomía económica y la superación de la subordinación ideológica.

A pesar de los desafíos, el vuelo exitoso del Pulqui I reflejó un cambio de mentalidad crucial en la dirigencia argentina. Se buscaba superar la creencia arraigada de que la riqueza del país solo se encontraba en la tierra, desafiando las premisas de Alberdi y el paradigma "civilización o barbarie" sarmientino.

El proyecto Pulqui también destacó la colaboración internacional, con el alemán Kurt Tank liderando el diseño del avión. Este enfoque no solo impulsó la tecnología aeroespacial, sino que también proporcionó una plataforma para científicos argentinos ansiosos de adquirir experiencia en un campo prometedor.

La crítica de que la Argentina acogió a científicos alemanes con pasado nazi tras la Segunda Guerra Mundial, busca asociar al peronismo con totalitarismos vencidos. Sin embargo, el reclutamiento de estos científicos fue dirigido por el Brigadier Juan Ignacio San Martín, comprometido con los principios del gobierno justicialista, buscando avanzar en proyectos de industrialización avanzada.

Contrariamente a las críticas, el enfoque de contratar a científicos alemanes no era único de la Argentina. La llegada de expertos como Werner von Braun a Estados Unidos, quien tenía un pasado nazi, evidencia que otros países también buscaron talento científico después de la guerra. El objetivo no era solo obtener conocimientos, sino también desafiar la idea de que solo las potencias vencedoras podían liderar proyectos científicos.

Aunque algunos proyectos, como el de Ronald Richter y el Proyecto Huemul, no tuvieron el éxito esperado, sentaron las bases para desarrollos futuros en la energía atómica. La creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica y el Instituto Balseiro en Bariloche demuestran que la Argentina estaba comprometida con la insubordinación fundante, incluso cuando enfrentaba desafíos y críticas.

En 1955, con el exilio de Perón, el incipiente proceso de "insubordinación fundante" se vio amenazado. Sin embargo, el legado del proyecto Pulqui y otros esfuerzos científicos establecieron un precedente para la Argentina como un actor independiente en la escena tecnológica mundial, desafiando las expectativas y allanando el camino para futuros avances.